sábado, 27 de octubre de 2012

Adán, Eva y Dios - Candelaria Rojas Paz

"Claro está!...
Ni él ni ella
saben
lamerse solos las heridas"

dijo Dios,
con una mínima sonrisa,
los ojos empapados
y la lengua ensangrentada.

Nadie sabe aún
si era de ellos
o de él mismo
ese rojo inconfundible.
Solo sé
que a veces
lo escucho
aullando como un perro.

Ella - Marcelo Leites

Al amanecer reuniste
unas piedras
sólo para demostrarme
cómo te pesan en la mano,
mientras el pasto crece
y hay hongos en las paredes
y libros por todas partes.
Con una mirada aguda
sostenés esas piedras
y por fin las tirás al agua.
Las piedras hacen sapitos
y me devuelven más arriba
donde mi mano, a la vez,
trata de sostenerte
y cae
al costado de los días.
Tu cara se sostiene casi sola
y tus manos son una ofrenda
a todas las cosas vivas
más allá de las lágrimas
que ahora como quien dice
se deslizan por tus ojos.

Resonancia de las cosas - Ediciones en danza 2011

Manchas - Paula Carman

Voy a erigirme
una estatua
Únicamente
Para contradecir aquello
De que sòlo los que vencen
Construyen
Monumentos

Duelen las palabras donde digo silenciio
Las horas más lentas erigen la noche
El deshielo marchita y yo soy su paisaje
¿Còmo podré defenderme del agua?

Atar es imposible - Ediciones Lamás Médula 2011

jueves, 18 de octubre de 2012

horas de llegar - Pablo Dumit

sólo tenía una mañana
y ya no tengo...

es extraño
pero el tiempo
vacila en sus contornos...

ahora la luz
se va
por la ventana/

llego cansado
altahora
corazón dormido/

de los niños
que jugaron alsol
una agitaciòn quedó en el aire

y el úlltimo
ladrido
de un perro
se cuela conmigo
tras la puerta

de el sol sobre las cosas perdidas
2003 el esperancero libros

martes, 2 de octubre de 2012

El equilibrista - Susana Cattaneo

Muy alto equilibra el juego de cuerdas, bailes sutiles y encantadas cabriolas. Luces se transforman en líneas que dibujan redes protectoras hiladas por ángeles musicantes.

Sus manos aferran la barra que certera llega a los ansiosos dedos. Su cuerpo, un trompo de estrellas y ovaciones de asombro.

El miedo allá. Abajo. Lejos. En butacas de levantado entusiasmo.

Muy alto equilibra el juego de cuerdas. Nutre y desnutre círculos de aire.

Nuevamente las manos buscan asirse.

La aplausería ya es silencio; luego un eco grave recorre geografías de espanto. Un eco hasta más allá de Dios

El miedo sube y clava su punta ardiente en las garras que aferran el aire.

Budapest. Sobre una inmensa carpa verde, algunos ángeles aún giran en círculos. Otros ya partieron.