jueves, 22 de agosto de 2013

María Amelia Díaz


                                          Si no la infancia ¿qué había entonces allí que no hay ahora? (Saint                                                                                                                       John Perse, de "Elogios")

Infancia

Bocanadas de azul iluminaban el aire
desde las ramas nuevas.

En los techos cercanos
la parra,
ponía tejados de verdor
para que la sombra desmontara sus caireles.
¡Cadenas de libertad blandía el viento en los simientos!

Y el silencio
tendía su red tejida con miles de sonidos.

Con pìnceles de sol se pintaban los muros.
Y la tibieza parecía acurrucarse
entre los pliegues del mantel.

Recuerdo la luz,
conquistando los espacios del enrejado ocioso,
y la dicha,
renovando la casa desde el jardin.

Sus ojos aún jóvenes
ponían el mundo entre mis manos.

Y sus sueños
abarcaban el aire
contenido en las cuatro esquinas
en que soñaba la casa

Entonces la luz era más tenue
bajo los grandes árboles fugitivos.

Y eran también hermosos
los pequeños habitantes
que cabalgaban los sueños de países remotos y ramas retorcidas,
en las horas de Andersen  que acompañaban los gnomos.

En mis ojos estaba
la dicha de una vida recién nacida
como las uvas vírgenes del vino
que colgaban rosarios de topacio.

¡Un recuerdo que cruje como papel de seda!

Ahora
rascacielos de ceniza desarticulan los rostros.

Ahora
invaden los oídos motores clandestinos al paisaje.

Los árboles se desvisten en inútiles otoños
y tañen sus ramas llamando a rebelarse.

Y en los muros
                        el Tiempo
resucita sombras

para abrir el paraíso - La Luna Que 2003

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