sueño 801
estoy despierto.
Hablo con alguien sobre las burbujas en la sangre. El televisor se acuesta a mi
lado, con el volumen en mínimo, apenas los gestos. Lo demás lo recordaré más
tarde. Busco un libro en la mesa de luz, un fogonazo. Se cae uno de los
murciélagos que duermen en el taparrollo de la ventana. Sueño que sueño con un
pintor sin manos, la sombra de su obra es apenas un boceto que anuncia el alba.
Acaricio los hongos con la palma de los pies, es un prado extenso. Una mujer
llora en otro cuarto. Estoy despierto, anoto un recuerdo que después olvido.
Cuando más tarde vuelvo al papel la escritura me parece rasgada, ajena. Temo
volverme inútil.
sueño 817
dormido, algo me
roza con cartílagos enormes. Levanta los hombros, se abre el vestido y muestra
que la muerte es una mujer cambiando de forma. El aire que exhalo me increpa.
Es de noche y respiro desacompasadamente entre las sombras. Los huesos se
mueven tenues, a destajo. Nacen hormigueros en los extremos de mi almohada.
Esta habitación es un lugar amplio que se abre en corredores infructuosos. He
perdido, en la borrasca, los sentidos. No recuerdo más que un álbum familiar
ennegrecido: cuerpos en poses hogareñas. La misma casa sumergida en la memoria.
Busco en los rincones por el tacto, me desangro. El tiempo mudo me besa en la
boca y hasta donde alcanza mi lengua los nervios traducen.
Este mismo día de la publicación fallecía Fabián, cuando lo habría escrito... Cuanta ironia, una vida tan grande de letras y silencios. Mientras la información se escurre como si se tratara de una muerte chiquita
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