sábado, 9 de noviembre de 2013

Fabián San Miguel

sueño 801

estoy despierto. Hablo con alguien sobre las burbujas en la sangre. El televisor se acuesta a mi lado, con el volumen en mínimo, apenas los gestos. Lo demás lo recordaré más tarde. Busco un libro en la mesa de luz, un fogonazo. Se cae uno de los murciélagos que duermen en el taparrollo de la ventana. Sueño que sueño con un pintor sin manos, la sombra de su obra es apenas un boceto que anuncia el alba. Acaricio los hongos con la palma de los pies, es un prado extenso. Una mujer llora en otro cuarto. Estoy despier­to, anoto un recuerdo que después olvido. Cuando más tarde vuelvo al papel la escritura me parece rasgada, ajena. Temo volverme inútil.

sueño 817

dormido, algo me roza con cartílagos enormes. Levanta los hombros, se abre el vestido y muestra que la muerte es una mujer cambiando de forma. El aire que exhalo me increpa. Es de noche y respiro desacompasadamente entre las sombras. Los huesos se mueven tenues, a destajo. Nacen hormigueros en los extremos de mi almohada. Esta habitación es un lugar amplio que se abre en corredores infructuosos. He perdido, en la borrasca, los sentidos. No recuerdo más que un álbum familiar ennegrecido: cuerpos en poses hogareñas. La misma casa sumergida en la memoria. Busco en los rincones por el tacto, me desangro. El tiempo mudo me besa en la boca y hasta donde alcanza mi lengua los nervios traducen.

1 comentario:

  1. Este mismo día de la publicación fallecía Fabián, cuando lo habría escrito... Cuanta ironia, una vida tan grande de letras y silencios. Mientras la información se escurre como si se tratara de una muerte chiquita

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