sábado, 26 de septiembre de 2015

Daniel Rafalovich


  Bajo el laurel del patio
en la tarde calurosa
mirando los últimos gorriones
que se posan en los cables, las abejas que inspeccionan el malvón
y el árbol de pomelo.
 Mi perro, jadeante, echado a mis pies
  agradecido por la leve brisa que permite respirar
cuando baja el sol. Con la pequeña selva enmarañada a mis espaldas.
  Olvidado del mundo y de la gente, estoy.
  Tratando de aprender o recordar viejas lecciones.
  Limpiando de polvo y telarañas oxidados circuitos.
Un gato se acicala
     sobre una vieja estructura de metal herrumbrado.
  Un rincón de silencio sólo para mí.
   No puedo detenerme en lo poco o mucho que he perdido
ni conjeturar  sobre futuros
ni rutinas ni bonanzas ni miserias.
  Prefiero quedarme aquí mirando el extraño color que toman las cosas
con la última luz de la tarde.
    Recordarme
y no ser olvidado.

                                                     -0-

Lunas y vendimias han pasado
y ahora me pregunto:
¿que hacías aquella noche
sentada en ese umbral
en una calle desierta, fría
(tu largo negro abrigo
corrido el rimmel de tus ojos
tus ojos enrojecidos mínimos
tu mirada vacilante como un claro espejo
tendido hacia la nocturna luz
del universo)
balanceándote, instintiva,
en un sillón-hamaca imaginario
diciéndome (así, sin anestesia)
"te esperaba"
"tengo sueño"
y "mirá que loca, esa luna"
justo a esa hora
en que la noche del sábado
hierve de máscaras, poses,
ansiedades
y algún dios-cicerone
me regalaba un instante
una noche
un instante

de verdad?

3 comentarios:

  1. Un singular universo de imágenes por el que se va abriendo paso el sentimiento... Felicitaciones, Daniel!

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  2. ¡Gracias, Alicia! ( Daniel)

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