martes, 5 de julio de 2016

Estela Zanlungo


En un extremo de la noche
que no retorna nunca
un hombre hace infusión de mí:
trama hace
de esta que escribe
y huye.

Jala de la razón
él
mientras yo me desnudo
como al descuido
para torcer la soga
que nos enreda
blanco
hacer
en el centro de los ojos.

Con la primera luz
el siempre da la espalda
para volver con la mano escondida
y mi nombre sabiendo
en su boca
a lengua muerta.

 -:-


Se está incendiando el bosque.
En algún sitio hay humo
pero lejos;
aquí
las madres llevan a sus niños
de la mano,
esperan antes de cruzar,
y los miran perderse
en el patio de la escuela
con la tranquilidad del que ha puesto
doble llave.
Mi vecina baldea la vereda
temprano;
deja correr el agua
como queriendo mantener a salvo
este pequeño rincón del universo.
Alguien se ríe fuerte
en una radio,
todos se ríen fuerte
se enciman de la risa
de un modo desquiciado
para que no se escuche
la estampida
de los que todavía creen
que se puede escapar.
Porque se está incendiando el bosque
y sin embargo
la mañana
baja amarilla aún,
sobre los fresnos de mi barrio
e ilumina las tejas
con cierta ligereza de pincel.
Ahora que llega el tren
en llamas
hay que tener cuidado
y no dejarse confundir
por el sonido familiar
que pita
como si no pasara nada,
los muertos concentrados
cada uno en lo suyo
con los auriculares puestos.

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