sábado, 4 de noviembre de 2017

Ana Arzoumanian



Nos enhebran 
a la aguja que desteje, 
y el verdugo de las penumbras
mece la ilusión
en manos colgadas de maderos

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Es una larga noche el día.
En mi espalda que se destapa
espera vacío el sol
para sacudir las sábanas.
Todo mi cuerpo en la cama
da vueltas al revés, 
hace piruetas
desafiando el hastío.
Cuando mis horas se deshacen
sangra la traición,
arden mis palabras

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Este es mi abandono:
contrato de labor continua
y lanzas que me guían sin timón
hacia los arrecifes de bordes desmentidos
a la hora de la cena, hacia la palidez
que me atraviesa, hacia mi atril
en las fosas cotidianas.

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Soy la que no te aquieta,
la que ofrece su escacez de agua, 
mi vacío de cruz desposeída.

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Ella vende medias viejas
en una tienda sombría
de un barrio cualquiera.
Algo de mí acompaña
la fuerza de sus brazos
abriendo las persianas.
Y todas las noches
cuando ávida cierra
la caja medio vacía,
vecinas gordas y feas me señalan
en la vidriera que nada muestra.
Hoy estamos tan cerca.
Ella, como yo,
quiere ser otra y no esperar.
En ese almacén
al final de la última calle, 
sólo quiere la quietud ignorante
de las horas igualadas.
Y yo aquí,
pegoteada en el encierro
quiero no saber de esta idea,
que ya no duela la luz.
Ay que sea dulce la oscuridad. 

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Hay un olor a fugas en la sombra,
será que me brotan trinos
que tu voz pronuncia.

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...Oh, abuela, 
en este caminode piedras
te han sepultado tantas veces.
Quise desenterrarte y llené tus tumbas
con las máscaras del esplendor disipado

de Debajo de la piedra, Nuevohacer, Grupo Editor Latinoamericano, 1998

2 comentarios:

  1. Admirable y espléndida como siempre Ana Arzoumanian deslumbra con su poesía de intimidad , un saludo y mi afecto a la querida poeta.

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  2. Muy buena poesía!
    Gracias por compartir!
    Marta Rosa

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