niño, de pie
Niño, de pie,
sobre la escalera de caracol, 
asomado al ventanuco.
Cae el sol;
las chapas incandescentes de los techos
comienzan a contraerse.
Decenas de gatos 
de miradas esquivas
y pelajes raleados
acuden al rito.
La sombra del tanque de agua
semeja una almena derribada.
El niño, múltiple la mirada
y la fascinación,
en puntas de pie, 
atisba el hueco de la escalera.
Luego, otra vez, la pequeña ventana.
Y declara abolidas
la insoluble realidad
y sus rutinarias perspectivas.
Estoy perdidamente enamorado de esta brisa
que me abraza, me refresca,
  me dilata.
¿Habrá a esta hora
alguien pescando en el oscuro río,
    a solas con su red
      y su farol?
¿Habrá alguien poblando los vagones
        trepado a una
botella,
        vegetando, se
diría,
        en su vigilia?
¿Qué soñarán, en esta hora,
         los monjes en
sus celdas?
El último de ellos
¿irá por los corredores
     apagando las
luces
          
lentamente?.

