Queremos nombrar el centro de las cosas, 
el corazón sonoro de las cosas, 
el fervor silencioso de las cosas. 
Creemos: develar el misterio 
nos salva del transcurso 
de las horas que gastan la memoria. 
Mejor dejar las cosas 
tras la tela paciente de la araña, 
tras el ala del ángel traicionado 
o el camisón que crece en tu hermosura. 
El alma de las cosas 
es la niebla purísima que deja 
adivinar su nombre verdadero. 
No buscar los prodigios. Esperarlos: 
tu bramido de amor 
que sale del espejo que te copia: 
esa reconstrucción lenta del mundo 
que
afirma su materia más durable. http://www.materialdelectura.unam.mx/

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