sangre
La niña sangra y en hembra la transforman 
y el juego se suspende sin pausa y sin aviso.
Despiertan sed sus nuevas humedades 
y la arena es barro en sus manos aún torpes.
Los perros domésticos hociquean su sexo 
intolerantes al disimulo de una sangre 
que cambiará de color en cada parto.
Los ojos de la niña se espesaron 
ya no ve ramos de transparencias en el aire.
Las niñas del espejo. Buenos Aires: Editorial Botella al
Mar, 2006.
Los cuerpos de mis muertos 
se fueron lejos 
de mis ojos.
Padre nuestro, que se salve,
Ave María, que se salve, 
que se salve, que se salve
y la resurrección de la carne 
es una puerta cerrada 
desde adentro.
VII
¿Ve aquel mundo de al lado
que huele a tomillo y laurel?
Lo ve. Mírelo.
Usted también.
¿Ve a la mujer de trenza larga
como hondura de cielo?
¿La ve?
Está sentada en un banquito
torciéndose las manos
con lanas y con hilos.
¿Y a la mujer callada
que curte cueros
para hacer quillangos?
¿La ve?
De zorro son, sí,
y de caracul.
¿Y a la niña muerta
con ojos de eclipse?
¿La ve?
Es tan bella y pequeña
como una mariposa azul.
¿Y aquella calle que atraviesa
la puerta, la ve?
Por esa calle se fue mi hija,
la mayor.
Aquí no vive nadie. Buenos Aires: El Suri porfiado, 2010.

impacta esta palabra. conmueve hasta el aire. susana zazzetti
ResponderEliminar