Todas las noches el ciego soñaba que disparaba un tiro al aire, y al rato aparecía su perro lazarillo con una perdiz entre los dientes. La última noche la escopeta se quedó sin balas, el perro se fue con su jauría, y las perdices emigraron. El ciego había apoyado su bastón en la sien, levantándose la tapa de las sombras. de "la vida repentina" Macedonia ediciones, abril de 2014
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