He venido a espantaros hablándoos al oído
porque Dios se ha trepado al hondo campanario del tiempo
y bate sordamente la dimensión del aire:
los peces de la multiplicación mueren a diario
inútilmente multiplicados,
los comedores dominicales de Dios
hacen su digestión
charlando por los atrios,
los oficinistas doblan su alma de papel y la olvidan
en algún viejo saco
entre sucias boletas,
y yo que clamo al borde de aceras abismales
buscando las antiguas almohadas de piedra
y las escalas de ángeles que no ascendí,
no soy más que un absurdo discurso
en el pozo absoluto donde caminan astros,
que pare las resecas astillas de su grito
desesperando el aire con sus brazos de náufrago.
Oh andanza del hombre por la ciudad que sueña,
con la sangre cruzada de tranvías chiquitos
y las manos desiertas
donde se adunan la tristeza y el hambre.
Entre las hojas de los expedientes
que paso y miro y paso, a diario
se me mueren en larva quinientas mariposas.
(¡Oh duración sin término del hombre caminando,
oh música impedida!)
Y como un lento hilo de grasa por la espalda
me recorren los lunes
y todos los domingos
frente a las calles muertas
sin palabras
creo que voy a disolverme en lunes,
muerto sin nombre por los abiertos corredores del lunes,
del lunes hacia la semana, hacia el mes, hacia el año
y otro año
amor, bodas de plata, nacimientos,cajón de pino con crespones
y campanas de lunes.
Y ando, rutino,
y apremiado, vencido, roto, caigo
y me doy con mi cara,
me encuentro y me recojo
y huyo desesperadamente hacia zonas oscuras
para salvarme y muero
con las manos inútiles y un río dentro ahogado para siempre,
un río buscamarque se extravió por los torcidos bulevares
y se perdió en las vastas maderas de las oficinas.
Ando, rutino, se me descuelga el alma en trapos de cocina,
caigo crucificadamente, rotamente,
sin un grito ni un nombre
en el silencio anónimo
de un traje gris con venas de ceniza.
(Algún día estaremos todos locos
nosotros los pulcros desesperados de traje y corbata
y estallaremos en las blancas paredes asexuadas
infinitas mariposas de tinta.
Entonces los largos adolescentes curvados hacia el sueño
se levantarán de su horizonte de máquinas portátiles
y romperán el cielo con sus almas en lanza!)
Pero hoy es hoyy yo soy yo
y no mañana
Y este es el tiempo de padecer.
¡Oh ciudad de los tristes
de tanta sed y tanta hambre de arriba!
Aquí está el bulevar con sus cajones de basura
y mujeres tristísimasde night-club-taxi-hotel-llanto-cosmético,
aquí los cuartos
donde besé mirando sillas y cómodas opacas
y rodé en un final de frustraciones
hacia la cenital hondura de los nacimientos
el triste amor, la pobre vida
resbalada por calles de anemia, blandamente.
Ah las ventanas
de los cuartos oscuros agrietados de angustia,
ventanas de la huida ilusoria:
un pañuelo olvidado en un alambre:
mi alma transida por las azoteas
donde la noche evoluciona gatos
que me miran sin término.
En esta plaza
huyeron de redondas las últimas naranjas
y volaron
los pájaros heridos de mis sueños
y en aquellas esquinas
me llenaron de voces y de manos
pero yo no entendí, todo era tarde,
porque mi corazón estaba muerto,
todo yo suspendido como un Cristo sin clavos
en una cruz de aire,
detenido por dentro
entre relojes impertérritos hasta toda la arena.
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