sábado, 31 de octubre de 2015

Roberto Daniel Malatesta



Un hombre escribe la palabra hijo

Podría haber escrito niño o chico
y así la perspectiva lo haría más diverso,
pero teme que el vuelo le quite la tibieza
de una mano pequeña apretada a la suya.
Llega entonces la imagen de la rama podada
en la luna precisa y la explosión en ciernes.
Palabra que se quita para el bien del poema:
la mano que se suelta, así es la vida.
No deja de ser cierto que escribe esa palabra
en el lugar donde antes supo escribir amor.
Nadie mejor que él sabe, se exige buena letra.
Este hombre que imagina mientras el hijo duerme
en la pieza contigua, se gasta en la palabra,
es la piedra que el río nunca elude.


Visitas

Las aguas del salado visitaron mi barrio,
fue una lengua enorme, sedimentosa, oscura,
no se parecía al río manso de mi infancia,
más bien era el mismo demonio
que estiraba su lengua sobre nosotros.
Todos los vecinos subieron a los techos,
y yo juro, y mi perro jura,
vimos a Dante y a Virgilio
pasar en bote por mi calle
rumbo al purgatorio.


Estrellas

Mi perro y yo miramos las estrellas
y somos casi hermanos.
Yo soy el que más sabe
de los dos, las estrellas
no notarán la diferencia.
Desde esta posición
quien pretende saber
es como aquel que salta
y por ello se cree cerca del cielo.
Mi perro y yo miramos las estrellas,
ninguno de los dos
llegará más allá de sus narices.
No obstante, qué bueno bajo el rocío,
contemplar las estrellas es tan bello
y simple, que mi perro y yo, hermanados,
sabiendo casi nada
lo comprendemos todo.

En la pequeña huerta

En la pequeña huerta han nacido zinnias
a las que el sol de abril le ha sumado mariposas.
El aire carga con la indulgencia de un viento tibio.
Si una hoja se mueve puedes oírla.
Si una hoja cae crees que algo profundo
ha sucedido en alguna región del mundo.
En la pequeña huerta hasta un fierro clavado en el suelo
sostiene cintas de colores
y su herrumbre alimenta la tierra.
Nada puede vivir sin todo
y te sientes en deuda con cada cosa.

de "El silencio iluminado"


No puedo continuar con mi lectura,
las voces de mis hijos pueden más,
imposible seguir, ¿salir al patio
a visitar las flores o quedarme,
cerrado ya mi libro, inmerso en ellos?
Lo cierto, lo real: mis hijos crecen,
acotan, y a la vez, salvan mi vida,
quitándome lecturas que me dan ojos
y verdes donde sólo presentía
aridez. La verdad tiene sus voces,
campana, nube densa inexplicablemente
colmada en luz. No creeré
improbable que aquello no leído,
escrito esté en la sangre de mis hijos.

de La estrella roja y otros poemas

Fuente: Nota por Cecilia Romana en el diario El Litoral

Alejandro Nicotra


El insomne

Sombra o brisa, ha pasado por su cielo
alta, sobre mis parpados
de piedra:
-Pero no te soñé,
pie en el desierto de la noche en blanco…
Y ahora el cerco de la luz se ha cerrado;
no hay verdad más allá de su ojo
fijo, inmortal.

de Desnuda musa (1988)

Imagen

Alguien
de pies descalzos sobre el amor y la muerte
Alguien que se pierde en los espejos
y abre las puertas cegadas en los años
La voz que aguarda tu oído
los ojos dispersos por la noche y las ciudades
La recordada la desconocida
la mano siempre más allá de su adiós
Alguien por una calle
donde los árboles fuesen invernales
A orillas del fuego
a orillas de tu corazón que no duerme
Ya sin nombre
como un ángel tras la visión de la locura
O la última soledad o la esperanza
Alejandro Nicotra

Caen las naranjas amargas

Caen las naranjas amargas
de estas calles.
Algunas ruedan
hasta el borde del ojo
distraído;
pequeños soles,
otras estallan en su muerte
súbita.
Caen muy lejos de tus manos.
Y el delgado viento del sur
pasa sobre las calles amarillas,
como quien viene
de días futuros o desde hielos.

Opinión sobre poetas

Creía en ellos,
con alguna vacilación, es cierto,
como se cree en quienes han hablado con Dios, en
sus montañas,
y cuentan el secreto;
pero un día
renegué de sus bocas de pájaros mentirosos;
después, los vi morir
en una choza sucia,
ciegos y balbuceando palabras sin sentido.
Entonces volví a creer en ellos,
en su sabiduría rota,
ya sin ninguna sospecha de cordura.


jueves, 29 de octubre de 2015

José Oscar Perdigón



Crónica de páginas en blanco

Nunca supo si el silencio
era de adentro o de afuera

la nada
cincelaba su espíritu como un bisturí

edificaba su nombre por las noches
para que no lo olvidaran
 
lo cotidiano erosionaba su soledad
(era un anfitrión de las sombras)

blasfemó contra el misterio

encajonaba fotos en su triste espera
cuando alguna vez
amó a la mujer equivocada

no sabía si estrellar su furia contra un río
o contemplarla en una flor

perdió dinero apostando al solitario

no ostentaba amoríos de alcoba

no comprendía
que hubiera hombres con el alma oxidada

no aprendió a explicar sus desvelos

Olvidó
como escucharse a sí mismo










Inauguremos la catástrofe
de sentirnos despiertos

Brindemos por los sepias del atardecer
bebamos este presente
hasta el fondo blanco de la vida











Paradojas

Podría haber una flor
que nos dibuje en el pensamiento
un perfume que nunca hayamos
sabido de su aroma
un perfume que estuviera escondido
en el trasfondo de la memoria
algo así como el olor primordial

Podría existir un sonido
cuya ecuación vibracional
escape de los parámetros establecidos
donde el silencio tan sólo fuera
el eco de una melodía transparente
 
Podría existir una luz
cuya radiación inexplicable
encandilara los soportes rigurosos de la razón
e hiciera tambalear irrefutables teorías
y la certeza lógica de los sentidos

no obstante dentro de las variables
de esta absurda paradoja
pudiera existir un instante fuera del tiempo
donde no fluyeran los sucesos
y se estuviera a la espera de algo
que siempre está por llegar

como así también
podría haber una palabra
cuyo significado original
no estuviera limitado
a lo evidentemente obvio 
y que tan sólo pudiera ser leída
entre los espacios vacíos
de un poema

poemas e imágenes de José Oscar Perdigón, suministrados por el autor

  

domingo, 25 de octubre de 2015

Analía Pinto


¿Y sí?

¿Y si por ventura
Huyeras de los símbolos,
Los esquemas, los sitemas,
La concatenación de signos,
La delicada invención de la cifra,
La pautada prisión de la rima
Y salieras de todas las esferas,
Los círculos, los cenáculos, las quimeras
Y de una vez conocieras
La cara que cubre tu cara
La cara que oculta tu cara
La cara que llevarás el día que mueras?

Bird of Paradise

Probablemente, me muera
sin poder decirlo

Probablemente, muelles y arena,
y una sombra furtiva enn el piso.

Probablemente, aire y moléculas,
y estas indomables fuerzas ante el hastío.

Probablemente me muera

sin haberlo dicho.

http://issuu.com/analiapinto/docs/poes__a_1995-2001

sábado, 24 de octubre de 2015

Silvia Castro


Isondú

I

en su panteón de Recoleta
Emma Nicolay de Caprile está fuera de plano

sentado en la falda de Emma
un niño sostiene un libro y baja la vista

falta un dedo en la mano posada en su hombro
ese dedo señala el rastro de las primeras letras

la lengua muerta del libro asciende

Emma duerme en su guardapolvo de mármol
su lengua no

estoy tomando una fotografía en latín
la lengua madre sale movida

los vándalos del mármol van y vienen
lo que importa es la iluminación

el niño se deja lamer por la segunda lengua
de la segunda madre

Emma detiene mi disparo con el muñón del índice

en la fotografía
el tiempo sostiene un dedo en alto

silencio

las papilas gustativas de la luz
unen la eme con la a
la eme con la a

una dulce cadena
en el sentido de las agujas

miro la hora
la lengua se cierra sobre el niño

una espiral ascendente
enhebra las letras que faltan

el niño repite:
mamá

la lengua no sale en la foto

detrás de la reja suenan las campanas del Pilar
ya son las cuatro

mater
repite el niño

cuenta campanadas sin recreos
y señala
con mi dedo
la salida

II

Luis Ibarra vive en Constitución
pero nació en Misiones

mirá ,  Luis
mirá la luz

decía su abuela en guaraní
el día que aprendió a cazar

su mano infalible por la costanera
guardaba en un frasco la luz que iba y venía
entre carpas y compañeros

hacele agujeritos
le pedí
para que respire
mientras le sacaba fotos

la tapa del frasco reflejaba
el vientre metálico de otro DC10
de los tantos que zumbaban
entre el río y la costa

no hace falta ya va a ver
ya va a ver cuando amanezca

esa noche no dormimos
cada tanto iba a mirar frasco y niño
con toda la luz en el interior

el sol abría y cerraba
sus branquias bajo el agua

al amanecer perdimos la tapa de la lente

en la cámara indefensa
la transparencia giraba en los huecos del aire
con toda la luz que se fue por el niño

III

bastaba dar unos pasos hacia atrás para verla
Emma y su cuerpo entero en la portada del libro
ahora sí
dentro del encuadre

esta fotografía no me pertenece
tampoco el índice

ahora todos bajamos la vista
el niño
Emma
el índice y yo

el libro nos convoca:
o mbokua kua kuera michĩ kuera

en la página sesenta y cinco
la luciérnaga irrumpe en manos de una niña
que no encuentra a su muñeca

Mirá, Yassí, si Rorro viera este Isondú
cómo abriría los ojos
¿Por qué no me traes a Rorro, enano?

el Yassí Yateré
sólo trae niñas a la selva
muñecas no

Lía yace en su camita de isipós
Rorro, unos metros más allá

¡Oh, adorable muñequita! pálida de miedo
pero tenía el valor de señalar con su manecita sin dedos
el camino rojo rubí que llevaba al raptor

unos pasos se detienen junto al enano
ha llegado la madre con el frasco

hacele agujeritos
dice el niño

que ya aprendió a leer


María Julia Magistrati


La abuela no vio

la guerra por la televisión,

no vio su nombre diciendo nada

en una lista por la paz.

Siente, debajo de la tierra,

trenes que van,

cosas trizarse,

derribamientos.

Y no hay imágenes;

sólo su oído,

electrificado por la muerte,

escucha a los que están entrando;

hasta que la tierra

termine de comer.

Maria Julia Magistratti



Liliana Lukin


semilla

Madre ha sabido dejarnos solos
y nada que yo escriba ahora
será como habernos sabido dejar

(lo suficiente es siempre escaso
no colma la sed un solo vaso
cuando lo difícil es beber)

Madre ha podido con nosotros
y del montón hizo nuestra soledad

de carne de tesoro - Ed.Sudamericana, 1990

carta XXII

mi querida: por una los hombres se enloquecen
giran como insectos en la luz alrededor
de una idea
y sus circunvoluciones son un alimento
(hilos de palabras en el aire de la necesidad)

si los hombres no estuvieran
incesantes en su diversidad
qué sería de una de la idea de una:
la inanición segura la escritura en continuo
sosiego la pátina de duda vuelta seguridad

ah! mi querida: los hombres enloquecen por una
abusan
de nuestro proverbial buen humor y encanto personal

nosotras en el aire viciado de excitación
bebemos extasiadas nos quejamos de ellos
como quien no soporta tanta dicha

pero sus abusos son nuestros excesos:
en la soledad del cuerpo encontramos y olemos
lo que dejarán cuando recuperen la cordura

por una felizmente los hombres enloquecen
y felizmente abusan mi querida de nuestra delicada
situación

de Cartas, Ediciones de la Flor, 1992.



Graciela Perosio


Dijeron que iban a jugar

con los otros chicos del hotel.

Pero no era verdad porque esa siesta

el parque estaba desierto.

Por un rato juntaron

“venenitos” de los paraísos

con los que después

se organizaban luchas de bandos.

En un momento, la mayor,

que tendría unos ocho años,

sugirió: “¿no te gustaría ir

a la cantera abandonada?”

Y fueron,

se les dio por revolver trozos de piedras,

probablemente, mármoles.

Había unos blancos

con reflejos azules

que parecían de hielo.

Después, se fueron alejando

hacia el ruido del torrente.

Llegaron al puentecito

por donde alguna vez

se deslizara el cangilón.

“¿Cruzamos?”

“Pero ponete en cuatro patas

y, antes de avanzar,

empujá la madera hacia abajo

por si está podrida.”

La mayor iba adelante,

avanzaron hasta la mitad,

cuando a la menor, que venía detrás,

al probar la madera,

se le quebró y la miró caer al precipicio,

ella, temblando, se aferró

al resto de los troncos que vibraban.

Veía al torrente  arremolinarse

unos quince o veinte metros hacia abajo.

El agua atronaba y la hermana mayor

seguía  avanzando.

“¡Volvé! ¡cuidado! ¡Se cayó!”

Gritaba la más chica.

“No, no te des vuelta,

estirá de a poco la pierna para atrás,

yo te digo hasta dónde.”

El cielo intensamente azul

desafiaba en lo alto

a estas dos criaturas que

nadie sabía dónde estaban.

Lo consiguieron, sí,

medio arañadas lograron regresar.

Ningún adulto supo

en la larga siesta provinciana.

La menor, que tendría cinco,

jamás pudo borrar el chirriar

del durmiente cuando lo presionó,

la visión del espiral en su caída

y el agua blanca, blanca de espuma

allá en lo hondo.

Nunca olvidó qué frágil era

el hilo de la aventura

ni qué cotidiana

la acechanza del peligro.


de Balandro, ediciones Paradiso 2014







Tom Lupo


Vértigo

Los años
pasan
tan rápido
que me
zumban
los oídos.
En medio del vértigo
trato de colocar un gancho
en forma de pregunta
en los epílogos
de todas las biblias
y sueño que un golpe
de poesía
le hace cosquillas
a la lógica de Dios.


de Entre muebles y sombras

sábado, 17 de octubre de 2015

Victorio Veronese


Este amor es una cacería de bestias,
un alto homenaje a las rosas del verano,
una invocación a pescadores y talabarteros,
a las asambleas populares y a los dueños de las divisas,
a los esposos sensibles, a Erato y Euterpe.

Gracias a tu sexo todo es verdad:
la ocupación de territorios extranjeros,
Vilcapugio, Ayohuma, Tequendama,
la marcha de Anibal sobre las Galias,
el mediodía, las huellas de tus pies,
Artemisa arrojando lobeznos a las llamas,
la hora del té, esta ciudad donde vivimos
como en la Sicilia desvastada por Dionisio;
aquí Apolo vence a la Pitón y persigue a Dafne,
Paris huye con Helena y Amnón viola a Tamar.

Mientras tus hijos rinden culto a Caissa
Plutón rapta a Proserpina y Ceres desespera.

David posee a Betsabé, a Jaguit, a Maaca.

Tu boca fue hecha para todos los excesos,
por eso cuando hacemos el amor
Isidoro Ducasse se cruza con Lohengrin,
Dante y Virgilio atraviesan el Aqueronte
y Maldoror maldice a Lautréamont;
cuando tus ojos y tu pelo me persiguen

es la hora en que Bruto mata a César

sábado, 3 de octubre de 2015

Gladys B. Cepeda


x tal que x


llevaba en las manos signos de interrogación
los pájaros
aún seguían el duelo
por las lineas del horizonte
tal vez agosto
les diera una hornacina
a los que aún estaban
por nacer
sin su cuerpo presente
y solo poseen un nombre
tatuado
en el reflejo de todos los espejos rotos
bajo las autopistas de ciudades

abandonadas

eje cautivo

          en esta quietud que rodea mi nuerte no tengo presagio de lo que vendrá
                                                                                                               Spinetta

Jaula contiene distracción
Cazador queda atrapado
Pájaro sonríe en la ventana
Su cámara fotográfica dispaclick
Bala penetra por ojo
Sol chorrea en negro

ojos des-abiertos

ausencia
miedo
habita
la ciudad
en los gritos
mutilados
de estos laberintos
que mi memoria 
describe

Mario Alonso Lopez Navarro


que lenta la vida

Que violenta la esperanza
Apollinaire

Ser un hombre
limitado a la caricia motriz
del suelo

Ser de aire de agua
entender la savia oculta
en el barniz de los sonidos
ser la espera
el mar
regresando
tocar tus labios
ser tu nariz
la forma serena de las cosas
repentinas

Sentir el frío el calor
el miedo
como oscuridad a tope
los meandros de la pesadilla

Escuchar la sangre llegar
a los pulmones
partir de pronto
sudar
rocío elemental
tomar las cosas
saber de su naranja
líquido

Estar vivo.

Fuente: Babelonia, opúsculo virtual de poesía Nª 13/2015 de Piero de Vicari