martes, 22 de diciembre de 2015

Gabriel Francini


el latido del perro

los días de la muerte se deshacen
como nieve navegando la sangre
son soles de arena del desierto
y sienten que la vida es un agujero
de agua en medio de la sed
que el fango asola hasta el abismo

las horas del descenso se iluminan
llorando sangre sobre el mar
cuando el pájaro baila en el atardecer
que nace de un círculo de luz
y van a morir inmóviles
al borde de una eternidad en llamas

el tiempo me agrieta en sus ángulos
me arranca y pasma y anula
junto al aire todo vacío
por los vientos que vienen de la nada
y soy un instante al costado
de sendas que arriban al infinito



un pájaro en mi ser

eco del instante
mi alma baja a la tormenta
negra y transparente
como un pájaro al callar
entre canciones lunáticas

tengo alma de bosque
porque todas las distancias de la soledad
se reflejan en la sangre

ah lejos de mí
en el borde del barro que es oro
viajando a un pozo o invierno
y abajo de las estrellas subterráneas

insomnio de las entrañas
encerrado en un terremoto
enterrado en energía

mi alma es un espacio que gira
estrellas adentro de mares
albas detrás de la muerte
cadenas rotas por olas de infinito
y en la danza cósmica
un vuelo invisible y mágico
dibuja el tiempo con círculos sin centro



clavada en mi aguijón

Súbitamente rompe el cristal
y cada viento tiembla de resplandor.
Ella parece un halo virtual, que hace esfumar
los aleteos del alba perlada,
cuando se vuelve desconocida para los imanes.

Sigue la ruta de los seres mitológicos
que entran a la vida después de mi canto
y se anula frente a su propio ardor.

Ella encarna un mundo nuevo
donde nadan en silencio los bichos subterráneos
erizados de palpitaciones soñadas,
y yo, transmigrado en profundo fósil
y en dos almas a la vez,
voy tras las huellas de sus chispas sobrenaturales.

Y arrasando el mismo desierto
por un agujero en el cielo,
sus ojos son la espina clavada en mi aguijón.

Tengo que morir, para caerme del viento.
Los acentos del diluvio sobre mi canción
me inundan de su relampagueo,
su ebriedad de vida. ¡Oh candor de la urgencia!

Nubes de mañana, ¿cuándo me extinguiré
contra su corazón nebuloso?

Y si ella fuera sólo la sombra de mi voz...