sábado, 20 de junio de 2015

Héctor Miguel Ángeli



juicio oral

Vamos a ver:
estás aquí, sentado en un café
y escuchas las hermosas palabras
que te dicta tu inseparable compañera,
Esa Poesía que nunca sabes
si es una puta o una santa
aqunque no importa mucho
porque siempre es una mujer de noble corazón.
Analicemos:
las hermosas palabras no pueden ser reemplazadas. 
Esto implicaría una infamia
cuando caen sobre las fotografías del mundo.
Por ejemplo:
la cabeza cortada de un adolescente
rodando en el asfalto.
Sin embargo, esas palabras no sirven
para detener el esbirro
que mañana cortará otra cabeza.
Ahora bien:
la palabra es siempre una desesperada
en el crepùsulo del desierto.
Pese a sus fulgores,
no puede resolver sin la idílica sombra.
Una prueba:
¡pobrecitos los poetas!
Quieren ser útiles, salvar las armas,
luchar por todos contra el muro del vacío, 
pero la belleza siempre los traiciona.
¡Oh, sí, pobrecitos!
Última instancia:
la Poesía renace en una guarida de alucinados.
Conclusión:
se te va la vida
en lo que no dices y en lo que no haces.
Te queda, muy pequeña, la muerte.

Obsequio firmado por el autor, después de su lectura en "extranjera a la intemperie"


Alejandra Pizarnik - a Raúl Gustavo Aguirre


Esta manía de saberme angel,
sin edad, 
sin muerte en que vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte, 
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección, sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.

de una hoja impresa que encontré entre papeles. Decía Exilio

martes, 9 de junio de 2015

Gabriel Mauro Cantero


Los ojos son como delitos. Y me pregunto “¿Por qué habría un camello
desalmado frente al agua, no dejarle nada al pez siguiente?”. Aun así me
pregunto ¿Qué será del barco que hundí siempre? ¿Será él el suicidio de la
luna? ¿… pero entonces la casilla de los náufragos? ¿… pero entonces mi
ballena blanca? ‐el humo extingue hacia la gran opiparencia, eso de portar un
sombrero en la barriga‐ Entonces ¿Porqué sino que hablan? … o tropiezo mis
caballos contra un monje:


Este torbellino de mañanas sueltas.
Estos pájaros de antaño en mis congojas.
Esa multitud que se aproxima,
              /en un sin fin de nobles y sencillos jueces.
Ese latifundio territorio de mejillas.
Esos ruegos claros refugios o diademas.
Esta unción requima que me impreca,
              /como un pez solar en la ingravidez.

Adoro que mires sin decir
vete de ti mismo.
Hombre.
‐ He bebido la lágrima de un árbol
que dijo:
“no golpees tu sangre contra mí”

                           Chau

Camag - Maldita Ginebra 2010

Teresa Vaccaro



Ella que piensa

I

Quién es ella que piensa, 
que se detiene en el aire
y manotea recuerdos.

Quién es ella que vuelve del infierno con ojos inmóviles
a refugiarse en el silencio.
Mezcla de blandura y brío, 
de látigo y caricia 
en la espesura 
de su desierto poblado.

Quién es ella,
y quien soy yo entre las hojas de los libros.

II

La irreverente llegó de visita
envuelta en furia y desatino.

Ella, la que irrita, 
la que sulfura y quema.
Desaloja a la quietud,
rechaza el silencio.

Agita sus alas
mientras el aire se quiebra
por tanto desparpajo.

Tal vez la memoria
sea el único lugar
donde se hospede,
donde se mantenga viva. 

de "donde la vida va", El Mono Armado, 2012