Viene del monte un aroma a casuarina
y lujuria recién lavada
que me
envuelve
Arrojo los dados minerales:
números tallados por la constancia del viento
astillan mi
suerte
Ella gotea hacia arriba y cae
desnuda
pero
dispuesta
No hay dádivas para este corazón
señor de la mañana
Altagracia en derredor, no tengo más verdad
que un salvaje palmar
y el
éxtasis en puntas de pie
de saber que este amor
se come
con las manos.