sábado, 8 de febrero de 2014

Sergio Felipe Mattano



Asma

Para ud. es sencillo:
el aire ingresa y egresa de sus pulmones,
infla uno a uno sus alvéolos,
oxigena la sangre y así
sin que ud. note el mínimo
acontecimiento.
Pero nosotros no:
nunca fue un acto reflejo,
duele cada centímetro cúbico de aire
y, por lo general, nunca alcanza.
Aprendimos a morir desde pequeños
entre vapores, ventolín y el infierno rudo
de los rezos del nebulizador.
Nosotros conocemos la muerte antes que a ud.
se le muriera un abuelito, que en pack descanse,
arriando el ínfimo retoño de O2 hacia el pecho
entre chillidos de la carne que le niega el paso
meditando para vencer el nervio histérico de yacer
ahogados sin una mano que nos seque la febril testa.
Aprendimos a morir y en eso sacamos ventaja,
aunque los años de catecismo insistan
en igualarnos mortales.

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