...Al doblar en el callejón de su casa, sintió que el ojo
enorme se encontraba ya sobre sus cabellos, su rostro, su bufanda, su suéter,
sus pantalones. Se detuvo y le vino una especie de vértigo semejante al que se
experimenta en los sueños en que la persona flota sin encontrar apoyo ni forma
de bajar. Ofelia sabía que estaba a unos cuantos metros de su casa, en
Coyoacán, en su ciudad, sobre la Tierra, pero al mismo tiempo no podía evitar
la sensación del sueño, ese vértigo a final de cuentas agradable porque el
soñador en el fondo entiende que no corre peligro y lanza su cuerpo a la
oscuridad como un zepelín que descenderá cuando venga la vigilia. Ofelia siguió
parada en el callejón, intentando entender; en voz baja se dijo: “No es un
desmayo ni un problema psíquico. Esto no viene de mí, es algo ajeno a mí, fuera
de mi control”. Se movió lentamente hacia la pared y recargó la espalda. La
sensación se hizo más densa en su delgado cuerpo, como si la niebla del
callejón se hubiera posado en ella. “Ya no es que me estén observando; es algo
más poderoso.” Se llevó una mano a la frente e introdujo sus largos dedos entre
el cabello una y otra vez; sobresaltada, comprendiendo el hecho de un solo
golpe, se dijo: “Estoy dentro del ojo”...
fragmento de "ella habitaba un cuento" (fragmento)
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