Pero regresando a los peces, en cierto momento también me
aburrí de tener exclusivamente Gupis y Carpas Doradas. Creo que se trata de
una deformación de mi personalidad: me canso muy pronto de las cosas que me
atraen. Lo peor es que después no sé qué hacer con ellas. Al principio fueron
los Gupis, que en determinado momento me parecieron demasiado insignificantes
para los majestuosos acuarios que tenía en mente formar. Sin ninguna clase de
remordimiento dejé gradualmente de alimentarlos. Tenía la esperanza de que se
fueran comiendo unos a otros. Los que quedaron vivos los arrojé al escusado,
de la misma forma como lo hice con aquella madre muerta. Así fue como tuve los
acuarios libres para recibir peces de crianza más difícil. Los Goldfish fueron
los primeros en los que pensé. Sin embargo recordé que eran demasiado lerdos,
casi estúpidos. Yo quería algo colorido pero que también tuviera vida, para así
pasarme los momentos en los que no había clientas observando cómo los peces se
perseguían unos a otros, o se escondían entre las plantas acuáticas que había
sembrado sobre las piedras del fondo.
de salón de belleza (Obra reunida) Mario Bellatin
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