miércoles, 30 de julio de 2008

"El país de las últimas cosas" (Fragmento) Paul Auster

Anna Blume cuenta en una carta enviada desde una ciudad sin nombre, lo que sucede en "El país de las últimas cosas". Describe una tierra en la que la búsqueda de la muerte ha reemplazado a los avatares y negocios de la vida. Pero Anna intentará sobrevivir en ese país devastado, donde todo lo que existe es posiblemente el último ejemplar de su especie. Me acobarda el sentimiento de descubrir en éste párrafo (extraído de una obra escrita en 1987 y perteneciente al género de ficción) algo así como un poder profético en fuga hacia la realidad más verosímil.

¡Tantos de nosotros nos hemos convertido otra vez en niños! No es que lo hayamos buscado ni que seamos conscientes de ello. Pero cuando la fé desaparece, cuando comprendes que ni siquiera te queda la esperanza de recuperar la esperanza, entonces tiendes a llenar los espacios vacíos con sueños, pequeñas fantasías y cuentos infantiles que te ayuden a sobrevivir. Hasta a la gente más endurecida le resulta difícil contenerse; de repente dejan lo que están haciendo y se sientan a hablar de los deseos que han ido brotando en su interior. La comida, por supuesto es uno de los temas favoritos. Es frecuente escuchar a un grupo de gente describiendo una comida hasta en sus más mínimos detalles (...) Uno no debe reírse ni permitir que el hambre lo consuma, nada de estallidos emocionales, ni de suspiros imprevistos (...) Para obtener los mejores resultados hay que dejarse llevar por las palabras de los demás, de este modo, es posible olvidar el hambre y penetrar en lo que la gente llama "el ámbito del limbo alimentario". Incluso hay algunos que creen que estas conversaciones pueden tener un valor nutritivo si se llevan a cabo con la concentración suficiente y un sincero deseo de creer en las palabras de aquellos que participan.

Todo esto pertenece al "lenguaje fantástico" (...) Cuestiones absurdas e infantiles, sin significado ni posibilidad de convertirse en realidad. (...) Puedo entender por qué la gente se presta a este tipo de juegos, pero yo no podría hacerlo. Me niego a hablar el lenguaje fantástico y en cuanto escucho a otros haciéndolo, me aparto o me cubro los oídos con las manos.

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