¿Buscas a tu madre, Alicia?
Habrás de aceptar que fue enterrada viva.
Se llevó allí abajo lo que todavía era de ambas:
ese vientre que te sació de agua mansa
sus dedos peinándote
cuidados y maltratos
su voz reclamante.
En la paz de ese jardín
ahora la acunan
voces profanas de una capilla ajena
o el trino de pájaros migrantes.
Y un cuidador -detanto en tanto-
atiende el césped de su tumba.
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