domingo, 30 de noviembre de 2014

Susana Lage


por nacer en el desierto

Tengo sol en invierno
y desde mi cama
se ven perfectamente las estrellas.
Tengo dos gatos tibios
y algún olvido,
el cuerpo ocioso y el escudo atento
que a veces los errores no dan tiempo.
Y tengo los recuerdos tan disciplinados
y la risa tan fácil
que soy tan feliz
como se debe.

Y a veces
(si estoy muy descuidada)
la soledad se me cuela en los papeles
y me escribe un poema por las noches.
Y a veces
(si no estoy muy apurada)
lloro muy bajito en los rincones
por no hacer ostentación, 
que hay mucha envidia.

Y tengo sed congénita de viento
y un miedo colectivo.
Y sòlo puedo amar sin que se note,
como el tiempo de siesta,
de puntillas,
como una piedra inmóvil del camino.

Para calmar el dolor
(que a veces duele)
oyendo historias y cebando chismes
he aprendido a creer lo que no veo,
que los que hemos nacido en el desierto
conocemos a Dios sólo de oídas. 

Muertos

Más allá de mí, 
de mis contornos,
están mis muertos mirándome de frente.
Mi infancia de poemas y lombrices,
un amor de tus ojos,
mi abuelo casi pájaro
y mi perro.

Más allá de mí
están todos los fantasmas carceleros
que no me dejan volar,
y me aprisionan
en el furor de la impotencia.

Más allá, tan allá de mis contornos,
borrándose, inseguros, 
ellos me tienden una mano fatal.
Volver al aire tibio y luminoso
de ser germen feliz
dentro del cuenco
de mi infancia
de tus ojos
de mi abuelo
de mi perro

Vuelo final

Y entonces fijó la vista en el reloj
que decía las nueve,
y era en punto,
y le dio por mirar hacia la puerta
sentada en la cocina,
mirada fija,
a fantasear con las formas de la muerte,
que total quién va a morirse por ahora,
con este clima.

Y ya que el reloj y la puerta seguían fijos,
y las paredes se le volvían de espuma,
y los ojos se le hacían de mar
y su mirada tenía un nos sé qué salado y caracolas,
y ya que nadie abría el picaporte,
y ya que las agujas se obcecaban
ángulo rectángulo y las nueve,
y el tiempo se había detenido
y hora tras hora se obstinaba en plantarse,
se resignó a la erosión de arena entre las ollas,
y al crepúsculo marino en la alacena
y a un mascarón de proa de naufragio
rompiendo por detrás de sus cortinas.

Y ya que jamás sería otra hora que las nueve
y se embotarían para siempre los goznes de su puerta,
fue a dar a su colchón con todo y huesos
el cabello dibujando un hipocampo
que total ya nadie cree en las sirenas.
Y se durmió, la piel pringosa y asustada, 
y se durmió, las algas estrellándose en las rocas, 
y se durmió, una marea las sábanas de hilo, 
y se durmió, en su cama infinita de besos infinitos,
y se durmió, las manos ajadas de trenzar corales,
y se durmió, sus pechos y su boca a la deriva, 
las olas huyendo para siempre de la playa.

Y se durmió.
El cielo era de azul de la mañana,
inmenso el aire acre entre sus poros
y tibia el agua ondeándose y en calma.
Y cuando despertó,
ya era una gaviota. 

de Desierto - ediciones El Mono Armado, 2014

1 comentario:

  1. Los lei de corrido con la atenciòn en aumento
    ( Alejo del Manso )

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