viernes, 26 de febrero de 2016

Gabriela Yocco


Feliz cumpleaños mamá.

Carta primera

Madre, aquí estoy. Libre de sombras y también de luz. Parada como ciega en la penumbra. Estatua de sal. Hoy recordé tu nombre mientras vigilaba los brotes de las plantas, su terco verdor. Es otoño, madre, pero las flores persisten y el color de la tarde es una sangre que cae.
Hay en torno un silencio manso, las cosas se callan y por detrás de ese silencio la misma niña con su llanto espera que amanezca. Sabe que toda noche lleva el fin, en algún rincón del horizonte. El sueño es una manta áspera llena de fotos y en un extremo tiene la mueca del olvido. Yo acaricio el borde de la ausencia para darle calor.
Madre, así parada puedo tocar la palma de dios y todavía ver en tus ojos el extremo de la vida. Pero es otro este camino bajo mis pies y aún no puedo descifrar sus coordenadas. Sos la sombra en el espejo y esta geografía en mí que te repite como la palabra de un loco.
A veces, la memoria me da tregua; espero entonces el llamado, tu voz tajeando la distancia. ¿Por qué el tiempo es mudo, madre?
Corro hacia el dintel de la lluvia. Un párpado de luz cierra las ventanas. Entonces las horas semejan una larguísima espina que encuentra centro en el corazón.
Esta es mi palabra, madre, huérfana de tu nombre.

dios
que es una chapita usada de gaseosa
o que viaja en la enorme bolsa de pan del hombre frente a mí
hoy se ríe de mi suerte me dice
vos vos que no querías envejecer vos vos que enterraste cuanto vivo se pueda
y ves temblar a los vivos que perduran
vos
hoy
dios / ese cascarrabias desdentado
me mira / se levanta la sotana rasgada y sucia
y se burla de mi suerte

teje otras telarañas / para atraparme

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