martes, 24 de julio de 2012

Santiago Kovadloff




...El lector cabal reivindicará el tesoro subjetivo que guardan sus anaqueles. Al referirse a la importancia de sus libros siempre estará remitiendo a sí mismo. Es que su propia trayectoria resulta indiscernible sin esas páginas predilectas, su propio nombre indisociable del nombre de aquel que las escribió. El tiempo de lectura, por lo demás, es tempo de revelación. Steiner no dudó en caracterizar el efecto de la lectura como éxtasis, hora de comunión incomparable entre nuestro espíritu y el del autor leído. De hecho, el encuentro con la palabra de un autor que nos convoca, equivale a una experiencia de iluminación; es un vértigo similar al de un goce extenuante, un riesgo siempre lindante con el de la despersonalización tanto como un ingreso a las formas más altas y más sólidas de la identidad... ...Sí, quien de veras ha leído se ha transfigurado... ...El libro leído no perdura unicamente en la memoria; perdura sobre todo en nuestra conducta... ...Es que leemos para trascendernos, para ser otra cosa que aquello que ya somos, para ser dos, para descubrirnos hermanados, comprendidos, legitimados...

de ensayos de intimidad, Emecé, 2002

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