Muy alto equilibra el juego de cuerdas, bailes sutiles y encantadas cabriolas. Luces se transforman en líneas que dibujan redes protectoras hiladas por ángeles musicantes.
Sus manos aferran la barra que certera llega a los ansiosos dedos. Su cuerpo, un trompo de estrellas y ovaciones de asombro.
El miedo allá. Abajo. Lejos. En butacas de levantado entusiasmo.
Muy alto equilibra el juego de cuerdas. Nutre y desnutre círculos de aire.
Nuevamente las manos buscan asirse.
La aplausería ya es silencio; luego un eco grave recorre geografías de espanto. Un eco hasta más allá de Dios
El miedo sube y clava su punta ardiente en las garras que aferran el aire.
Budapest. Sobre una inmensa carpa verde, algunos ángeles aún giran en círculos. Otros ya partieron.
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