domingo, 23 de marzo de 2014

Juan Carlos Vidal


Las nubes no saben por dónde llover
y el aire huele a descargas eléctricas.

La sangre como es lógico
se ha disuelto en el río.

Su miel removerá el lecho hasta asentar
el sedimento que de los sueños se desprende.

De cada estrella cuelga una sonda
una extensión de dos veinte voltios
en cuyo espectro los ojos ven cruzar
translúcidos viaductos.

Todo es organismo.

Acá una arteria ahí una fronda
allá el barrial de su emoliente.

En un expandir y contraer de pulsos
todo es siembra.

Sobre las aguas flota el material ligero
según su flora es arrastrado a la deriva.

La propia hélice desciende en sus escalas.
La sola orilla es una noche y lo guarnece.

Los ojos no saben por dónde llorar
y el aire es del relámpago una prisma.

Todo es deidad o algoritmo.

La sangre como es trágico

es su cabal torrente.

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