No habitan los cuerpos en esta dimensión del aire,
los muros contienen la respiración de las semillas
y su destiempo abierto a la nostalgia.
Se ofrecen las cumbres horneadas por el sol,
se ofrecen las cumbres en su dimensión oblicua
de tierra y sementera,
pero todo el poder descansa en lo pequeño,
en lo imaginable de lo pequeño
en su interminable brote.
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El condenado a vida,
el solitario hereje que roza su silueta con la luz del
acero,
con el interminable aroma de la estación perdida
y hallada en la memoria, en su gesto de árbol,
en su arbórea tristeza de líneas imposibles y escozor de
agujas.
La revelación es recia, rotunda:
toda orfandad es un lugar de paso.
http://ginebramagnolia.wordpress.com/
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