lunes, 4 de julio de 2016

Rubén Reches


... Su tema es la vejez y la infancia, pero sobre todo, su tema es el presente que "hace entrechocar sus helados hierros"; su apariencia inexpugnable contra la que no puede mucho el ser humano que se desgasta sin él: fuera del tiempo real, rodeado de muertos y desaparecidos...

Fragmento de la contratapa de Jorge Aulicino

Moribundo...

Moribundo: antes que vengan a coser tus párpados,
antes que el falso nudo se deshaga en el pañuelo
y que las ondas desaparezcan del agua,
querés repetirte con fuerza -como quien memoriza-
el nombre del lugar en donde estuviste y del que te vas.

Pero ya no lográs saber que fue esa zona
que vos creías tan imperial y populosa
como el país de nada del que, aún viajando, siempre sos 
               ciudadano.
Ante tus ojos ya más de carne que de vidrio
tu única migración se ha reducido a unas palabras
               empobrecidas y a una pieza.

Ahora que vienen a coser tus párpados
podés correr a gusto por toda la tierra de tu memoria,
pero no te basta eso para determinar qué fue esa luz que te
               parecía sola e infinita,
qué esas estrellas, ese humo, esas dos manos tuyas,
qué ese acordeón y esa madre.

Ahora te parece posible encerrar a toda aquella variedad en un frasco;
Ahora te parece que podrías ver todos los mares, todos los
               árboles y las fiestas
con solo mirar una vez a través de un orificio del diámetro 
               de un clavo
practicado en tu tumba.
Pero igual querés gritar de una vez el nombre de la gota de
               la que empezás a caer,
por un desafío parecido al que hincha las venas
del hombre de nuez y de brazos desnudos, 
de pié en ese arrabal de esferas, 
que vocifera y vence a otros con palabras;
pero no podés, no podés, moribundo.

Incluso ahora que estés muerto, cuando vuelvas
a tu larga costumbre de no ser nada,
en el instante luego del último punto dado a tus párpados,
recordarás, sí, cada uno de tus milenios idos
y tendrás la exacta clarividencia de todo tu inagotable
               porvenir,
pero este episodio ínfimo de luz aun del pasado se borrará.

Y no vas a gritar el nombre de la pintada selva
que -última lágrima o fruta inmensas- todavía pende de tus párpados,
ni te erguirás para el rasguño inesperado al cielo,
en tanto que lo que no sabés nombrar se arranca 
               pausadamente de vos, 
desprende de toda tu piel un ala,
y ya no temés que la mariposa esté naciendo,
ya ni la querés nombrar,
ya no sabés, no sabés que dejás, qué se te va, moribundo.

de Poesía reunida - Ruinas Circulares 2012

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