La habitación
Puesta ya, la sombra en el balcón, amanece
una mirada de este presente.
Ahí sólo cosas jugando
que al bajar por la mera delicia del olfato
desvisten inalterable sabor a spray caliente
de mañanas ocurridas con desgano.
O el aroma de esos abedules
que han nacido de a poco entre riachos
y caderas deformes
frente a un dibujo carnal
habitante en la cresta
heterogénea de los
techos.
Vastas formas
en las piedras de un piso desierto,
vuelven del humo que
orea
el hedor de los objetos sin nadie:
son muertes crecidas
de un regreso
altivas como si al
saludar fueran a pararse.
Y merodeando
sentidos, la sombra
de una cama atrae
carros y voces
del arrorró cantado
en la memoria.
Cuelgan hoy
En el vaivén
recurrente de la mirada.
Cansancio
Hebras de plata cuelgan del amanecer.
Mensaje a medias que vuelve
y cicatriza lo fantasmal de un cuerpo.
Besa la boca. La cara
hace del hábito algo más.
Toca y deja en las manos
esa huerta que clausura
como una cima sin bordes
sin contornos
sin pestañas.
Alerta
Un animal negro
camina por mi habitación.
El brillo de la noche
lo resuelve:
al volcar su imagen
desdoblándola.
¿Es real?
En el puño de la noche
es palpable
si frente a mí
se disipa.
Espío la sombra
que deja un cuerpo ligero
brillante.
Son restos.
Es agua de pantano.
de La Habitación - Liliana G. Aleman – ediciones último reino
1992
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