espejos
Dentro del espejo
con enorme marco
oscuro
hay ojos que miran
como al descuido
y no son míos.
Tal vez de mi vecino muerto
aquella tarde de invierno
o de su esposa siempre triste
que huyo desnuda
un verano de vacaciones en el Mediterráneo.
Dentro del espejo
siempre hay niños jugando extasiados
después de una suculenta cena
en la larga mesa con mantel blanco
y sillas afelpadas sin marcas en sus respaldos.
Niños sin ganas de irse a otra dimensión.
Dentro de un espejo
la confusión hace su
juego diario
y me recuerda a mi abuelo paterno
muerto en Madrid
cuando mi padre aún era un niño.
Mi padre vino una tarde de otoño
con su pantalón corto y sus piernas velludas
y flacas como alambres de fardo.
Vino en ese enorme buque
con su madre toda de negro
sin que nadie los espere en el puerto.
Ellos quizás estén en el espejo
y me observan con extrañeza,
jugando con la impericia de mi caminar,
las muecas de mi rostro que envejece,
la inquietud de mi mente,
la sobriedad de mis vestimentas.
Dentro del espejo
lo sé
habitan los ojos que ya no están en mi casa.
Dormita lo locura de todos los días
haciendo denodados esfuerzos por salir.
Oscar Vicente Conde ©
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